Sandra


Quería que mi sangre se detuviera y no llevar apellido de ningún linaje. Quería ser lluvia y derretirme en la tierra como dos caracoles negros. Miraba por la ventana apoyando la tristeza en mi codo. Agarré los libros, unos papeles y me fui, confiando en que la mala suerte es un cuento para no partir. Parecía estar muy lejos, que los pies no eran míos. Permití que leyeran mis poemas. Con el tiempo miré mis calcetines y mis feos zapatos. Me avergoncé de mi egoísmo y por vergüenza dejé la escuela. En las colinas están tan cerca de las estrellas que olvidan a los que vivimos pegados a la tierra. Recordé cuando Esperanza me agarró el rostro con sus manos de mármol y me dijo: “Tú siempre serás de la calle del mango”. 


Inspirado en “La casa en Mango Street” de Sandra Cisneros.